jueves, 22 de septiembre de 2011

Ansiedad

Para comprender mejor la ansiedad es necesario desempatarla del miedo. Por ejemplo, aunque la reacción física es coincidente con el miedo (respuesta autonómica ante el peligro: “luchar o escapar”) la ansiedad puede diferenciarse del miedo en varios aspectos. Cuando uno tiene miedo, en general ese miedo está dirigido a algo en concreto, algún objeto o situación externos. Aquello que uno teme es en general algo plausible. Se puede temer no cumplir un plazo, no aprobar un examen, no poder pagar las cuentas o ser rechazado por alguien que a uno le interesa. En cambio, cuando uno experimenta ansiedad, en general uno no puede especificar qué es lo que la produce. El foco de la ansiedad es más interno que externo. Pareciera ser la respuesta a un peligro indefinido, distante o, incluso, ignorado. Se puede sentir ansiedad de “perder el control” de uno mismo o de alguna situación. O se puede sentir un vago sentimiento de ansiedad porque “puede suceder algo malo.”

La ansiedad afecta a todo nuestro ser. Es a la vez una reacción fisiológica, conductal y psicológica. A nivel fisiológico, la ansiedad puede incluir reacciones corporales tales como aumento de la frecuencia cardíaca, tensión muscular, ahogo, sequedad bucal o transpiración. A nivel conductal, puede sabotear la capacidad de acción, la expresión o la capacidad para lidiar con situaciones cotidianas.

Desde el punto de vista psicológico, la ansiedad es un estado subjetivo de aprehensión e intranquilidad. En casos extremos, puede llevar al individuo a sentirse alienado e incluso a tener miedo de morirse o de volverse loco.

El hecho de que la ansiedad se manifieste en el ámbito fisiológico, conductal y psicológico tiene implicancias importantes para la recuperación. Un programa completo de recuperación del trastorno de ansiedad debe actuar en los tres niveles para lograr:
  1. Reducir las respuestas fisiológicas.
  2. Eliminar la conducta elusiva (cuando exista).
  3. Cambiar las interpretaciones subjetivas (o “diálogo interno”) que perpetúan el estado.

Desde el modelo cognitivo conductual se afirma que la modificación de las interpretaciones subjetivas o “creencias” causa la modificación de las respuestas fisiológicas y ayuda al cambio de las conductas evasivas. A su vez, la práctica de conductas incompatibles es un medio para facilitar y reforzar el cambio de las creencias o interpretaciones subjetivas. (Moreschi, 2011)

La ansiedad puede aparecer de diferentes formas y en diferentes niveles de intensidad. Puede ir desde una simple sensación de intranquilidad a un total ataque de pánico con presencia de palpitaciones, desorientación y terror. La ansiedad que no se conecta con ninguna situación en particular, que “aparece de repente”, se llama ansiedad flotante o en casos más severos, ataque de pánico espontáneo. La diferencia entre un episodio de ansiedad flotante y un ataque de pánico espontáneo está dada por la confluencia de cuatro o más de los siguientes síntomas (la presencia simultánea de cuatro o más síntomas define al ataque de pánico):

  • Disnea (falta de aliento)
  • Palpitaciones (aumento o irregularidad de la frecuencia cardíaca)
  • Temblores
  • Transpiración
  • Ahogo
  • Náuseas o malestar abdominal
  • Entumecimiento
  • Mareo o falta de estabilidad
  • Sensación de alienación, de falta de contacto con uno mismo
  • Calores o escalofríos
  • Miedo de morir
  • Miedo de volverse loco o de perder el control

La ansiedad que surge solamente en respuesta a una situación específica, se denomina ansiedad situacional o ansiedad fóbica. La ansiedad situacional se distingue de los temores diarios en su tendencia a ser desproporcionada o irreal. El temor desproporcionado a manejar en autopistas, ir al médico o confrontar a su esposa, son ejemplos de ansiedad situacional. Ésta se transforma en fóbica cuando uno comienza a evitar dicha situación, es decir, si uno directamente no toma autopistas, no va al médico o no confronta a su esposa. En otras palabras, la ansiedad fóbica es la ansiedad situacional en la cual permanentemente se omite la situación.

A menudo, la ansiedad simplemente aparece al pensar en una situación en particular. Cuando uno siente malestar al pensar qué podría suceder si uno tuviera que afrontar, o al momento de afrontar, una de las situaciones temidas, está experimentando lo que se denomina ansiedad anticipatoria.

Existe una diferencia importante entre la ansiedad (o pánico) espontánea y la ansiedad (o pánico) anticipatoria. La ansiedad espontánea tiende a aparecer de repente, crece rápidamente, y luego desaparece gradualmente. Por lo general se llega al pico de ansiedad en cinco minutos, y le sigue un período de disminución gradual que dura una hora o más. En cambio, la ansiedad anticipatoria, tiende a generarse de modo más gradual en función del encuentro – o el simple pensamiento – de la situación amenazadora y luego disminuye rápidamente. Puede que uno “se vuelva loco preocupándose” por algún motivo durante una hora o más y luego se olvide por completo de la preocupación, al encontrar algo en qué ocupar la mente.

Desde el punto de vista de la terapia cognitiva la ansiedad se caracteriza por los siguientes parámetros de la tríada cognitiva (Beck, 1988):
  • Visión del futuro como incierto
  • Visión del entorno como peligroso
  • Visión de uno mismo con carente de capacidad o recursos para superar esos peligros.

Si aceptamos que el futuro nunca puede ser absolutamente cierto y observamos que algunas veces la interpretación del entorno como peligroso puede ser exagerada pero otras veces puede ser cierta, siempre será necesario fortalecer la visión de uno mismo como capaz de enfrentar las posibles situaciones futuras. Sobre esa base, puede desarticularse la demanda absolutista de certidumbre y la “no-soport-itis” de la incertidumbre.

En resumen, un abordaje cognitivo se enfocará en tres objetivos:

Aumentar la confianza en la propia capacidad “autoeficacia”. (Bandura, 1986)
Abandonar la demanda absolutista de certidumbre con respecto al futuro. (Ellis, 1982)
Investigar objetivamente los riesgos reales y desarrollar las aptitudes y planes necesarios para enfrentarlos dentro de lo posible. Lo cual incidirá en facilitar los puntos anteriores.

Con respecto a los recursos auxiliares que suelen emplearse en los trastornos de ansiedad podemos citar el aprendizaje de destrezas para el afrontamiento. Ellas son:
  • Respiración diafragmática (y más lenta) y técnicas de relajación.
  • Desensibilización ante el estímulo evocador con respuesta de relajación.
  • Uso de las “tarjetas de afrontamiento” con frases a recordar.
  • Empleo de distractores y externalización.

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